lunes, marzo 16, 2009

Pendiente

Un crujido, junto a unas pequeñas chispas rompen el silencio de la noche, con el segundo ruido, provocado por el rose del diminuto engranaje y la piedrita aparece la llama de un encendedor que en el medio de la oscuridad ilumina el rostro de ellos.

Está incomodo, el brazo que le cruza el pecho hoy es muy pesado. Por primera vez en mucho tiempo siente, que algo anda mal, ya hace media hora termino el acto que más ama, necesita, y desea, como el lo llama, su vicio. Lo raro de esta vuelta, no puede dormir, en su corazón hay una sensación extraña, el pecho se cierra, la respiración es normal, pero cada una de sus inhaladas y exhaladas pesadas, largas, simulan ser la última, ese cosquilleo que domina todo su cuerpo se llama vacío.

La que lo acompaña es una de esas que no son para sacarlas a pasear, es la segunda vez que se queda a dormir, tiene en su cama una que el clasifica de “cansadas de siempre de lo mismo”, sabe que es un lindo paquete, pero esa clase ya no son un reto, pierden la gracia, pero le genero algo, inquietudes, dudas, lo hizo pensar.

Esta vuelta no recuerda bien que edad dijo, tampoco que era lo que supuestamente hacia, se acuerda que después de la cena compartió con ella el mismo discurso inmortal sobre los sueños, y los gustos musicales, ya que el tema igualmente gastado e inmortal sobre amigos y películas se extinguió la vez anterior, de la misma manera sabe que el paquete de engaños volvió a funcionar y terminaron donde el quería.

Pasaron 45 minutos mirando el techo, ojos abiertos a cualquier lugar, ese brazo sigue pesado, el sin poder dormir, en su cabeza dan vueltas muchas cosas, piensa en sus padres, esas mujeres que dejaron una marca en su existencia, le arrancaron pedazos de la piel, o se le tatuaron a fuego en el corazón, además en su casa que se ve vacía, su futuro, se plantea si tendrá hijos, si lograra tener algo de lo que siempre anhelo, como será el resto de su vida.
Tiene sed, busca respuestas, mueve poco a poco ese brazo que tanto agobia, pero este movimiento mínimo no evito que, ella la que yace tendida a su lado en cueros, abra las ojos lentamente y se despierte, mientras el se encamina para la cocina esos ojos bien achinados, una pequeña sonrisa como dibujada por el más fino de los artistas, y una voz dulce que le dice un te amo, mientras se acomoda para retomar su sueño. Tiene un libreto con una gama amplia de posibles respuestas, pero eso que le recorre el cuerpo no le deja contestar más que con un guiño de ojo.

En la cocina ya, semi desnudo, entre el chinchinear saca una copa de esas que tiene para ocasiones especiales, vinos caros, familia, o amigos, solo que esta vez solo la llena con agua, ni el logra comprender que esta pasando, en la ventana el panorama ayuda al desconcierto, el cielo rojizo por las luces de ciudad, cargado de tristes nubes y las gotas medianas cayendo al compás de un bandoneón.


Carga nuevamente la copa ya vacía, tiene ganas de salir de encontrar respuestas, siente hasta un poco de angustia, y parece encontrarse con eso que estaba al fondo de su pecho, bien al fondo, su corazón.

Duele, aprieta, comprime la sangre, la congela, pero un corazón no se endurece por que si, sigue intentando chocar con una contestación, algo que le explique que le pasa, se le da por meterse algo fuerte, un whisky quizás, o el tequila importado que le fue regalado, no, esa hoy no es escapatoria.


Sigue probando con agua, se compenetra en el paisaje de la ventana, el tamaño de las gotas cambio a realmente grandes, gordas, las nubes de tristeza se trasformaron en enfurecidas, algunos porqués le revuelven la sangre, se la envenenan.

Piensa en su vida anterior, en esas cosas que dejaron y permitieron que la desolación le ganara a cada milímetro de su alma. Le hecha la culpa a esas mujeres que amo y lo dejaron en libertad de acción.


Tres eran ellas, las que le habían cambiado la vida. Las que lo mandaron al descenso antes de ser el campeón que todos quieren, tres que no tenia por que recordar, tres que lograron transformarlo al hombre que es, tres que nunca reconocería como otra cosa que viles putas, las tres mujeres de su vida, sus tres únicos amores.


Solo en la cocina ríe, recuerda, pasan tantos momentos, lugares y circunstancias en las que fue feliz, se le cruza un nudo por la garganta trayendo a lugar las malas, la nostalgia de los instantes que le hubiesen hecho ser otro hombre, tener otra vida.

Entre tantos pensamientos que agobian la integridad, pierde la noción del tiempo, con la copa casi vacía nuevamente se sienta la mesada, con frío, la culpa lo lleva a conmemorar


El primer amor: la bailarina, una amiga de la infancia, que la vida le cruzó más tarde, una rubia de piernas inmejorables y mirada letal, crecidos los dos, vivieron intensos años de amor, con el tiempo se fueron conociendo, cruzaron una etapa de la vida juntos, cumplieron fantasías, hicieron algún viaje. Todo era perfecto, pero hasta en esa situación las mujeres logran enredarse, dudar y el nunca entendió que cuando le dijo estar confundida, necesitaba una prueba firme y contundente de amor, esta noche en su cocina logra comprender que no fue solo ella, sino que el con su inexperiencia y miedo de jugarse dejaron que se fuera. Entre risas picaras que traen a lugar retazos de su historia, cae por su mejilla una lágrima, no tan salada como las del olvido, si no más bien agridulce como las del recuerdo.


La hora sigue corriendo, el frío de su cuerpo se va cuando abre la puerta junto a la heladera y saca del armario de ropa sucia, el pantalón corto que uso para jugar al futbol con sus amigos el martes, y un sweater, que en esta ocasión es usado al revés, dejando el cocodrilo del lado de su pecho.

En la ventana la lluvia continua, parece no extenuarse, como un bebe llorando sin cesar. Prende el fuego de la cocina y agua en una pava como para terminar definitivamente con la insensible baja temperatura.


Naufragando en un océano de incertidumbre llega ella, la francesa, otra de las tres. Superlativa, superior, hacia mucho por el, el sabia como complacer a una mujer que cualquiera quisiera complacer, ella lo amaba, y el algunos meses también logro amarla. Es fue y sera la mujer mas hermosa que paso por sus manos. Al cabo de un año y medio empezaron los engaños, simulaba estar cansado de tanta perfección y la situación duro hasta que ella se dio cuenta. Intento volver pero ella habia cerrado las puertas, el nunca quiso entender.

Otra gota salida de su ojo recorre el costado de la nariz muriendo en la comisura de sus labios, entendió que siempre la tomo como un trofeo y no vio que atrás de eso estaba su amor, su compañía. La segunda lágrima tampoco era salada sino mas bien insípida, insulsa con un tono de tristeza.


Saca la pava, mientras pensaba en la francesa, observaba el fuego, batió el café en su taza sin hacer ruido con la cuchara, porque todavía alguien estaba presente en su casa y podía despertarse. Vierte el agua bien caliente en la taza, el vapor del agua huye como exiliado del fondo y pareciese que con el viene el aroma fuerte, puro, del café. Respira profundo, abre los pulmones, la sangre parece volver a circular.

En la ventana las nubes parecían irse, intento ver más allá tratando de encontrar una estrella sin conseguirlo, la lluvia estaba menguando, y otra vez sometido a la memoria, la lluvia le arroja un recuerdo.


Una tarde con la princesa simple, la última de las tres, el último amor en su línea cronológica. Una tarde refugiados de la inclemencia del clima, amándose, rodeados de besos, y caricias. La princesa lo amo tanto como una mujer es capaz de amar a un hombre, eran grandes, el era por primera vez incondicional a alguien. No desbordaba de belleza como las anteriores, era hermosa tras una sonrisa, alguna que otra mirada. Su corazón era infinito, pero siempre desconfío de el y fue incapaz de transmitir lo que le sucedía.

Los momentos de la vida hicieron que ese amor eterno como una montaña entre dos personas se empiece rozando, luego gastando, abriendo grietas, y por fin desmoronando. Divergencia de pensamientos, de necesidades, querían formar una familia pero el miedo al compromiso definitivo y la falta de libertad los fue hundiendo. El rey podría haberse puesto el anillo que truncaba su libertad pero ella jamás fue capaz de decirle todo lo que sentía, entonces el orgullo y la costumbre derribaron el amor. La tercer lagrima vino acompañada de comprensión, era dulce, una lagrima dulce logro comprender todo.


Ella la que dormía en su cama cruza la puerta de la cocina, se queja de que estaba sola en la cama y que no la invito con café. Sin verla a los ojos le pide que lo deje solo que se sentía mal, le pide amablemente que se vaya. Ella con cariño acepta, y dice que llamara.


En la ventana con un piar de pájaros, y olor a naturaleza mojada, asoman los primeros rayos del amanecer.


Lo mira sonrie y con esa sonrisa se va a dormir.


Por primera vez, el tipo que no podía estar solo se encuentra con ella, y como con cualquier otra mina, esta vez, se va a la cama con la soledad.

domingo, marzo 08, 2009

Puntos suspensivos

En un infinito rojo el semáforo dejo que el vuelo de los sentidos hechice todo pensamiento, se conjugaron las ideas con lo que la panorámica ofrecía, los besos en primavera, unos ancianos con traje, su peinado característico desde la izquierda de la frente hasta derecha de la nuca, por otro lado ojos verde esmeralda, una boca morena, autos lujosos, un cielo tan gris, y el destino final de una parada hostil.
En el remolino de imágenes, como un rayo se cruza un sentimiento de amistad, pero como llegar a eso tratando de impersonalizar los mas intimo, transformando la primera persona en un tercera tal vez, como separando el hueso de la carne, culpando a la nostalgia de lo que sigue a continuación.



Saliendo de la niñez como de un golpazo,
chocando se encontraron estas vidas a la deriva,
algunas barreras quedaron cortas en su haber,
quizás no sea una historia digna de ser contada son
solo dos almas que se cruzan en momentos determinados
fundiendo sueños, visiones, un andar sin destino,
mantienen conocimiento mutuo en una mirada,
las palabras entre ellos se movían con sinceridad.
En el libro de la vida cuando compartían algunas hojas
había de todo, códigos, encuentros, anécdotas,
alegrías, momentos, tristezas, desencuentros,
consejos, temas sin tratar, hojas por llenar.
La diversión iba con ellos, cuando combatían juntos
se toparon con la gloria y aprendieron de la decepción,
a la hora de enfrentarse por finales del mundo
sabían que jugar con un amigo no era perder.
Nadie sabe cuando estas historias en proceso
volverán a entrelazar un párrafo, a estrecharse en un abrazo
solo rige la certeza que a esta leyenda no le cierra un punto final
sin que se le sumen dos puntos suspensivos

a mi hermano de distinto utero